La palabra polución se ha usado muy poco hasta los últimos decenios. Hoy aparece casi a diario en los boletines de información. Es de tanta actualidad este inquietante fenómeno, que muchos fenómenos, que muchos sabios han hecho oír ya su voz de alarma.
La degradación del suelo y de los paisajes, la contaminación de los cursos de agua y de los océanos y el aumento del ruido son una amenaza directa contra el mantenimiento de la vida en nuestro planeta. La lucha contra la polución, regalo envenenado de la revolución industrial, ha cobrado una preferencia esencial.
El equilibrio entre los organismos vivientes y su entorno fisicoquímico es cada vez más frágil.
Los lazos que unen entre sí las especies vegetales o animales también son muy precarios. La biosfera (es decir, el conjunto de los seres vivientes y del aire, agua y suelo que constituyen su habita) vive de este equilibrio permanente.
En la naturaleza, un gigantesco sistema de reciclaje de los productos de la biosfera hace que unos órganos absorban a otro, o sus restos, para alimentarse y asegurar así su supervivencia.
Durante milenio, la influencia humana en la biosfera fue muy escasa. El hombre se dedicaba a cazar, pescar, a recoger los frutos silvestres que encontraba. Con la invención del fuego y el roturado de las tierras quemando el bosque, con el trabajo de los metales y el desarrollo de técnicas ya perfeccionadas, el hombre empezó a marcar profundamente su entorno con sus huellas.
Pero los atentados contra el equilibrio natural eran limitados y muy localizados, aunque ya favorecían el nacimiento y propagación del hambre y epidemias catastróficas. Sin embargo, en unos doscientos años, la colonización trajo consigo el roturado de extensas regiones, sin consideración alguna por sus consecuencias ecológicas.
La industrialización
A partir del siglo XIX, la industrialización exigió numerosas combustiones energéticas (tanto en las fábricas como en las casas particulares) que contaminaron progresivamente la atmosfera. El vertido en la naturaleza de enormes cantidades de productos químicos y sintéticos (plásticos) tuvo los mismo efectos desastrosos: al no ser biodegradables, estos productos integrarse en el proceso de reciclaje de la biosfera. Estas materias químicas o plásticas, que son indestructibles, han perturbado las leyes de la naturaleza.
La ciudad de Los Ángeles en la maravillosa región de California, sufre una polución atmosférica muy fuerte. Desde principio del siglo XX, se intentó (y en, parte se logró) evitar el agente más importante de polución: los gases lanzados por las chimeneas de las fábricas y los hornos de incineración.
Pero, a medida que aumentaba la industrialización, hubo que entablar lucha contra una nueva forma de polución: una especie de niebla blanquecina, el smog, que irritaba los bronquios.
Esta niebla contenía dióxido de azufre, un gas residual de la combustión del carbón y de los fuels en los que hay azufre. Por eso, a pesar que se adoptaron medidas contra la polución, el smog reaparecía continuamente, a veces, más espeso que antes.
Nuevas investigaciones permitieron averiguar la causa del recrudecimiento del fenómeno, que era la desimanación de los hidrocarburos en la atmosfera. Se pusieron severas normas de filtrajes a las industrias petrolíferas de la región, pero no consiguió el resultado apetecido. En 1962, la ciudad vivió 212 horas sumida en el smog. Entonces se tomó conciencia de la enorme polución que causaban los automóviles.
Actualmente, a pesar de las medidas adoptadas, el problema de la polución en Los Ángeles aún no está resuelto.
El aire está más caliente en las capas bajas que en las elevadas. Por eso, en la atmosfera se establece una circulación continua del aire: el aire caliente asciende y el frio desciende.
Normalmente, estas corrientes dispersan los elementos polucionantes. Pero, encima de las grandes ciudades, la circulación se ve perturbada por intensa producción térmica a nivel del suelo, ya que el aire caliente de las capas inferiores impide el ascenso y, por tanto, la dispersión de las emanaciones de las chimeneas industriales. En ocasiones, una misma masa de aire está varios días encima de una ciudad por lo que se acumulan las materias polucionantes en suspensión hasta constituir una verdadera amenaza.
Efectos de la polución
Los efectos de la polución atmosférica sobre los seres humanos no se conocen muy bien y, además son difíciles de apreciar, ya que a menudo se debe a la interacción de varios agentes polucionantes. Entre las enfermedades cuya causa está ligada a la polución del aire, las más frecuentes son las bronquitis, el asma y el enfisema. También se cree que sustancias que forman parte de la polución urbana, como el 3-4 benzopireno, el carbón negro y el amiento son cancerígenas.
Además, se han demostrado que la polución urbana disminuye nuestra resistencia a la fatiga sin que se sepa a ciencia cierta por qué. Los 15 kg de aire que el hombre respira cada día distan mucho de ser aire puro.
También los animales y plantas, que realizan como nosotros intercambio de gases con la atmosfera, sufren los efectos de la polución atmosférica. Las plantas son esencialmente sensibles a las emanaciones sulfurosas y fluoradas.
Entre los principales fuentes de polución figuran, evidentemente, las industrias y la combustión domésticas (carbón y fuel) de las calefacciones centrales, pero sobre todos los automóviles. En París los vehículos motorizados causan el 47% de la polución atmosférica; en las grandes metrópolis americanas, del 55al 60%.
El aumento constante de automóviles en uso y de tráfico aéreo, sobre todo desde que vuelan los reactores gigantes, tienen otra consecuencia: el aumento inquietante de gas carbónico en el aire (más del 15%desde el año 1900).
El gas carbónico cumple la atmósfera la misma función que el techo de vidrio de los invernaderos: retiene el calor. En efecto. Deja pasar sin dificultad la energía luminosa, que llega al suelo y es parcialmente transformada en calor, pero mantiene en el interior de nuestra atmosfera las radiaciones infrarrojas. De ello podría resultar un aumento de la temperatura atmosférica.
Tal fenómeno. Producido a escala planetaria, tendría consecuencias catastróficas por ejemplo, por parte de los hielos glaciares se fundirían y el nivel de los mares subiría varias decenas de metro.
Contaminación del agua
Uno de los bienes más preciados de la tierra, el agua dulce, cuyas reservas se cifran en 24 millones de km3, está sufriendo alteraciones cotidianas por efecto de diversas poluciones. Cuando la concentración de sustancias polucionantes en el agua aumenta mucho, está se degrada y pierde el oxígeno que lleva disuelto.
En estas condiciones, los peces mueren por asfixia y también las bacterias aerobias (es decir, las bacterias que necesitan aire para vivir), bacterias que mineralizan los desechos orgánicos contenidos en el agua, por los que aseguran la autodepuración del agua.
En su lugar se desarrollan las bacterias anaerobias, que no necesitan aire para vivir, pero que ayudan a fermentar los desechos orgánicos, creándose así un medio inadecuado a la vida de los organismos superiores.
Los lagos, los cursos de agua y los mares reciben desagüe de todo tipo:
- Aguas industriales; las industrias más polucionantes son las de petróleo, carbón, las químicas y las derivadas de la celulosa (papel).
- Aguas residuales urbanas (cloacas); su volumen está en constante aumento: hasta 600 litros por persona y día.
- Poluciones de origen agrícola, debidas a algunos productos que se utilizan en grandes cantidades, como los insecticidas y los abonos orgánicos o químicos.
- Poluciones térmicas, debidas, sobre todo a la producción de aguas calientes por fabricas centrales térmicas que contribuyen a la muerte lenta de los animales que forman la fauna acuática.
Basta citar los diversos productos químicos que discurren por los desagües industriales o agrícolas, tales como nitrato, sulfato, fluoruros; metales tóxicos, como el mercurio o el plomo; pesticidas y herbicidas; detergentes e hidrocarburos. Por otra parte, la disminución de la capacidad auto depuradora de las aguas facilitan la proliferación de gérmenes portadores de enfermedades como la hepatitis, la disentería, el tifus y el cólera.
El futuro de la tierra
Durante mucho tiempo no se ha prestado la debida atención a las consecuencias de los descubrimientos científicos y técnicos.
Todo se ha hecho al menos teóricamente por el bien del hombre, al que la filosofía ha convertido en centro el universo y regulador de todas las cosas. Sin embargo, la polución ha conquistado el aire, las aguas y el suelo. ¿Cuántos hombres, animales y plantas habrán muerto por su culpa?
También durante mucho tiempo se ha considerado que el crecimiento económico era fuente de riqueza. Pero ¿se ha pensado suficientemente en los cambios que por él sufre nuestro medio ambiente? ¿somos conscientes de que un avión a reacción quema 35 toneladas de oxígeno para atravesar el atlántico en unas pocas horas y que, para producir esa cantidad de oxígeno, una hectárea de bosque necesita un año?
La fabricación de los detergentes milagrosos que inundan el mercado requiere un elevado gasto de energía. Estos productos son fuentes importantes de polución y tardan mucho en integrarse en el gigantesco reciclaje de la biosfera.
Cuanto mejor sería sustituirlos por un producto natural biodegradable, como el jabón, que limpia con la misma eficacia y en los siglos que hace que se está utilizando, no se ha conseguido degradar en el más mínimo el medio ambiente.
En la actualidad los científicos prestan una gran atención a las consecuencias de las actividades humanas en la biosfera. Aunque quedan todavía muchas incógnitas, la tecnología antinpolución y no polucionantes ha hecho considerables progresos. Los objetivos fijados son estos: proteger los paisajes naturales, sanear y proteger el hábitat humano, parar o limitar al máximo admisible las perturbaciones de los procesos ecológicos.
Evitar que se malgasten los recursos no renovables del planeta. Sin embargo, la puesta en práctica de este urgente programa está tardando demasiado, porque los centros de decisión son innumerables y aún no se han puesto de acuerdo los países
Por desgracia, esta evolución se ve a menudo frenada por la incomprensión, el egoísmo o la despreocupación. La polución es un fenómeno que se ampliado y generalizado peligrosamente. Es un problema a la vez científico, político y personal. Por eso, la lucha contra esa plaga requiere el esfuerzo de todos. De él depende, quizá, la existencia del mundo del futuro.
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